miércoles, 31 de julio de 2013



A menudo retrocedo sin movimiento por la prudencia de estar a oscuras, la incertidumbre se enciende pero lo absurdo es que los ojos están cerrados. Mi rostro es la del necio, que ve en el umbral a través de tu sonrisa, y avanza vacilante sin importar la distancia ni el futuro, vulnerable por cierto.

Te ilumina un muro de nostalgias frente a la pasión que se queda junto a nosotras, cómplice del eterno y para siempre túnel que nos hacen las sábanas, juegan y se ríen al vernos abrazadas. Desnuda y en la mano el reino que se instala en el jadeo de nosotras amando. Es fácil, exige dos cuerpos con la misma temperatura, la magia que parece una fantasía junto al beso de nuestros fracasos. Toda una osadía que llega y nos trae de regreso a las cosas más triviales.

Cuando llega la tarde, veo el reloj y en el aire tu mirada, espero que te acerques de sorpresa, y mientras te escribo un poema que seguramente no será mío. Después de todo suspiro, me relajo y los deseos se hacen notar, al paso de setecientos veinte días el ganador no importa, la alegría es para que te enfrentes conmigo y la luces se hagan el espejo que te hará ver linda.

Es ese aroma que descontrola esta rabia, esa sed de vos, pero que a veces se convierte en un océano de fuego que no se calma ni con agua, que te mantiene lejos en tu infinita soledad, pero que se apodera de mí y yo de ella. Y tu intimidad pasa a ser inmensa junto a la mía que solo se sentiría  vacía con la muerte.

Quiero que me relates las culpas, las intuiciones, me gusta cuando tu razón se transforma inverosímil, es una coma que se traduce con un punto. Es dormir en la cama con un solo pronóstico, con el aire nocturno que nos trae los calores donde estés y donde esté yo, una construcción que levanta un surco con tu pelo, en él las estrellas.

Supiésemos entonces que el oro nunca será verde, y el sol nunca dejará de calentar el universo, como vivir sin nuestras vidas que al juntarse se transforma el hoy en el mañana del día anterior para mantenernos en el mismo lugar. Esas cuestiones azarosas que se anteponen a tus manos sobre mi piel, a tus caricias que hacen justicia, a tus ojos que se muestran en conjunto para ser cómplice de esta pareja. De vos y de mí.

Ahora el amor es solo de los miércoles, que se convierten en el transcurso del paraíso al serlo todos los días, como hace dos años hasta hoy, miércoles porque el viernes, el sábado, los días, son el mismo. Un lago astillado que nos marca y al salir nos llena de aventura, que recorre el campo con sus metáforas.
Un gobernante como tus dedos sobre los míos, de atrás del vidrio que se llena de humedad y se transporta por tus uñas. Y el aroma regresa otra vez para descontrolar lo que nunca controlamos, porque todo sucede. Y atrás vos otra vez, y adelante yo, y tus ojos, y tus manos, y tu piel, y tan solo tu corazón. Tu palabra que se convierte en la melodía celestial del profeta que solo surge del tiempo, que va de la mano de todo esto que se convierte en una sola cosa, siempre una, como una palabra traducida en un te: amo.

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