12/07/2012
Hola, mi Cielo:
Ayer me di cuenta que yo soy medio chanta porque te escribo en la PC y después lo imprimo, y vos te tomás el trabajo de hacerlo a mano, aunque a mí me gusta escribir en un papel, de hecho me agrada más hacerlo de esa forma que de esta, pero con el invierno las manos y los dedos específicamente se ponen un tanto rígidos y lo único que quieren es esconderse en los bolsillos. Como vos y yo cuando tenemos muchas ganas de besarnos y la gente nos atraviesa con los ojos.
Hoy no te voy a escribir una historia, hoy hace más frío que ayer y te cuento que mi corazón funciona inversamente proporcional al clima, entonces a más frío día, más caliente el corazón. Hoy tengo la sangre cálida, a pesar de que la piel está congelada. Y esa sangre llega al corazón y me recuerda a cuando nos conocimos. Porque el invierno es una representación fija de nuestro amor, nos cruzamos justo para no padecer la soledad de la cama en uno de los momentos del año más triste como lo es la baja temperatura corporal. Por eso, vos sos mi invernadero personal, el que me salvó y me salvará los cultivos del jardín.
No quiero seguir contándote de mi estado en el amor porque creo que lo encontrás mejor que nadie cada noche abrazada a mi cuerpo. Por eso, te voy a hacer un resumen del día en pocas palabras:
No me podía despertar, me costó realmente mucho. Me hice un café con leche (no hay más café, muerte), y salí a las corridas. Llegué a la secretaria y me comí la última frutigram que me quedaba (la disfruté muchísimo). Me fui a la sede de Reconquista y estuve con un compañero ahí un montón de rato, después volví y seguí trabajando. Escribí la carta y… No te puedo contar más porque así termina por el momento. En resumen, un día habitual pero cansador, con ganas de encontrarte en la camita y que me llenes de calor.
Como siempre, te amo toda, toda, toda.
B.