Ni el queso nos prohibirá la etapa de los movimientos oculares rápidos
que nos viven en el sueño, y no en la pesadilla, porque para eso
tenemos la sábana de piel que se endosa a nuestra materia.
Ni Isaac Newton
con su aguja roma nos va a mostrar las estrellas suscitadas por un
golpe tan fuerte para provocar los fosfenos o mejor escrito, aquellos brillos ilusorios
producidos por la presión en las
células receptoras de luz de los ojos.
Ni Rusia con sus 17,098 millones
de km2 y sus nueve usos horarios serán suficientemente
grandes y variables para formar aberturas o bocas de erupción haciéndole
referencia a un cráter o al amor.
Ni los virus, que para empezar no están vivos,
podrían morir sin un organismo y
secuestrar sus instrucciones genéticas más
rápido que mi cuerpo sin tu vida.
Ni las neuronas con su clico de vida durante décadas,
ni las células de la piel con sus semanas de vida, ni ciertos tipos de glóbulos blancos
con sus horas de vida superan el deseo de los siglos
sintiéndome tuya.
Ni los supervolcanes con su Índice de Explosividad Volcánica
de 8 que expulsan más de 1000km3 de material, es más ardiente que mi sangre al ver tus senos.
Ni la expansión
cósmica impulsada por la energía explosiva desatada durante el Big Bang va
a superar la fuerza del hilo chino que une mi calor con el tuyo.
Ni la perspicacia de de las aves a la hora de migrar en
invierno en busca de lugares cálidos es más
ágil que los latidos del corazón cuando terminamos de hacer el amor.
Ni los 10.000kg de un elefante africano, que se hace llamar
el animal más pesado de todos, es suficiente para el aplastamiento de los besos
que nos entregamos todas las buenas noches.
Ni el detenimiento de la tierra que acabaría con el ciclo de
las 24hs del día y la noche, y que cambiaría por completo el paisaje del globo,
va a modificar la esencia de nuestras manos cuando se mojan de pasión.