viernes, 14 de diciembre de 2012




Ella me daba la mano y no hacía falta nada más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor.

mb.

miércoles, 12 de diciembre de 2012



Ni el queso nos prohibirá la etapa de los movimientos oculares rápidos que nos viven en el sueño, y no en la pesadilla, porque para eso tenemos la sábana de piel que se endosa a nuestra materia.


Ni Isaac Newton con su aguja roma nos va a mostrar las estrellas suscitadas por un golpe tan fuerte para provocar los fosfenos o mejor escrito, aquellos brillos ilusorios producidos por la presión en las células receptoras de luz de los ojos.


Ni Rusia con sus 17,098 millones de km2 y sus nueve usos horarios serán suficientemente grandes y variables para formar aberturas o bocas de erupción haciéndole referencia a un cráter o al amor.


Ni los virus, que para empezar no están vivos, podrían morir sin un organismo y secuestrar sus instrucciones genéticas más rápido que  mi cuerpo sin tu vida.


Ni las neuronas con su clico de vida durante décadas, ni las células de la piel con sus semanas de vida, ni ciertos tipos de glóbulos blancos con sus horas de vida superan el deseo de los siglos sintiéndome tuya.


Ni los supervolcanes con su Índice de Explosividad Volcánica de 8 que expulsan más de 1000km3 de material, es más ardiente que mi sangre al ver tus senos.


Ni la expansión cósmica impulsada por la energía explosiva desatada durante el Big Bang va a superar la fuerza del hilo chino que une mi calor con el tuyo.


Ni la perspicacia de de las aves a la hora de migrar en invierno en busca de lugares cálidos  es más ágil que los latidos del corazón cuando terminamos de hacer el amor.


Ni los 10.000kg de un elefante africano, que se hace llamar el animal más pesado de todos, es suficiente para el aplastamiento de los besos que nos entregamos todas las buenas noches.


Ni el detenimiento de la tierra que acabaría con el ciclo de las 24hs del día y la noche, y que cambiaría por completo el paisaje del globo, va a modificar la esencia de nuestras manos cuando se mojan de pasión.